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Plegaria de mujer sin lengua

Por Daniela Camacho

un golpe del alba en las flores

me abandona ebria de nada y de luz lila

ebria de inmovilidad y de certeza

Alejandra Pizarnik

 

Ebria que no, que de la luz no. Ebria y salmodiada por la noche no. Los pájaros más negros de mi boca y los cuchillos no, que de la muerte no. Todo el silencio y el gemir de oboes, la muchacha prostituta en mi ventana, el musgo entre los dientes no. El canto tremebundo de cigarras no, la hondura no. Yo arrastro este muñón de lengua entre palabras mudas que ya no, que lloran porque no. Y es Ésta mi plegaria, Ésta mi más dulce imprecación: la del dolor que no.

Desde otro cielo

Es levísimo murmullo el grito. En el cuenco de mi boca, un beso lírico se arrastra y me humedece el canto. Cómo hablarte desde aquí si mutilaron cada miembro de mi voz? ¿Cómo recordarte que en las manos llevo un mapa y una brújula para ver si me extravío de esta mi locura de sin ti? Cómo, si tu cuerpo está tan lejos de mi abismo, allí donde lo veo y no lo toco? Cómo, si en tu cielo hay niños pecadores y pájaros sin lluvia y en el mío mariposas que olvidaron que volaban, migas de libélulas y nubes lloradoras? Tal vez si me lleno la mirada de silencios, si me arranco las antiguas cicatrices y ornamento tu tristeza con el hilo de mis venas, tal vez si me anudo los retazos de la lengua al arco de esa viola que olvidaste, sólo así sepultaré todos los barcos. Sólo así renacerán las jacarandas. 

ii

 

Morir. Morir insomne y desierta. Cuando todo huela a caléndulas y a mar. Amar. Cuando el mundo se convierta en el último murmullo de Dios, cuando no haya más silencio que el batir de alas de un pájaro ciego. Llover. Lluviar toda la fe que se me pudre en las heridas, hablar en monosílabos, morder la pulpa del dolor. Morir. Morir atenta, con el estómago vacío y los ojos muy abiertos. Mirar. Mirarlo todo, el cuerpo violentado de la niña, la sangre coagulada de los perros, el genocidio de poetas. Entender. Saber que en estas horas todo es mentira, el olvido, la guerra, la resurrección y el tiempo. Dormir. Dormir es imposible. Por eso digo que es mejor morir.

xxii

 

Ya empieza a insomnecer y aquí no hay luna ni sol ni estrellas. No se escuchan las plegarias de la vieja rezandera ni hay jaurías mendigando las migajas del ayer. Aquí hora es Ésta en que la piel se pudre y en el cementerio yacen tantos niños? Aquí palabras se pronuncian cuando de una boca virgen brotan los gemidos primigenios del dolor? Aquí lugar es Éste donde el hambre y la apatía nos sofocan lentamente? No lo sé. En los párpados oscuros del silencio ya ha empezado a insomnecer, tal vez contemplemos el tristísimo y fingido orgasmo de la muerte.

 

Poema para Ágata

 

para encenderte los párpados, Ágata,

y hablarle al leopardo que duerme a mitad de tu sangre

para escuchar el bramido de lilas a mitad de tu sangre

hay que ser Ángel o violeta degollada

ceniza de uvas negras

vino ardiendo en la lengua de las animalas

 

hay que sacarse de los ojos la nieve

decir aguamarina

clavar una libélula en el pecho de los recién nacidos

 

para apagar la niebla hay que morir despacio

mientras los Árboles arrullan a los astros

 

hay que morir despacio

y para siempre

 

Nada

te digo que vivir

es una mala noticia

nos abandonan en el mundo

con el cuerpo impregnado de otras soledades

y no tenemos nada

una casa enorme y vacía

nada

niños de ojos nublados

manos que envejecen

sin escribir una sola palabra

nada

despertamos sin saber qué día moriremos

ni de qué manera

caminamos con las piernas rotas

porque no sabemos nada

y  te lo digo

no tenemos nada

sólo hambre

y fe

y miedo

 

Morir de Paraíso

III

Lavarás tu cuerpo poseída por la sombra. Al primer golpe de agua, la piel arrancará de tajo un nombre a la memoria. Querrás decir Leteo, canción del tenebroso, diamela, pero estarás muda de espanto. En la espera del que tañe mirlos en el aire, te descubrirás distinta a las demás hijas de Eva y hablarás por los desnudos.

Soy la que flota en el río, la despojada. Polvo de la madre extraída a su niña en trance.

La desnuda
dicen ellos
la bestia descarriada.

¿A qué tanto ropaje si en la piel se me calcina un nombre?
¿Para qué vestir de nube, aturquesada, si de arder me estoy muriendo?

Busco acordes en la niebla que apacigüen mi silencio. Me abandono en el lenguaje de las barcas. Del ciprés soñado por amantes solos nace una canción de cuna para las muchachas tristes.

En las ramas del almendro, madura el corazón del oboísta.

 

.:::

 

Luz de azul ensueño

Un bramar de clavicordios ensordece el valle de los muertos. Yo lo escucho con mi sed de noche en un vaso sin estrellas.

II

Estoy azuleciendo de sin palabras. El silencio es algo muy hermoso y muy terrible.

III

La niña que olvidó sus ojos marrones junto a la noche soy yo. La ciegamente sola, amadora del silencio, de la luz.

IV

Atardecí como la ahogada en un río de pájaros. La noche me resucitó las alas, pero alguien dijo que las muertas no saben volar.

V

Una horda de azafranes y su lluvia de semillas herrumbraron mi lenguar. Ahora espero, con los ojos muy abiertos, que un caballito del diablo venga y me lama la nuca.

VI

La más sanguínea hembra tiene hoy venas vacías. Y es otramente ella, tan cantando como siempre en su apátrida lengua.

.:::

 

Ave muda

I

el corazón del náufrago lo sabe

lo presiente:

hay una campana bajo el mar

que espera ser tañida por las manos del ahogado

II

este puerto que se incendia

a golpe de guitarra y amapolas

baña con su luz marina

los retratos de mi infancia

en las barcas de nocturnos pescadores

la bahía se desordena

niños de ojos inundados

cantan en silencio

para sus hermanas ebrias

ellas danzan en el muelle

con melancolía de estatuas

ceden su blancura a las gaviotas

y el aroma de sus cuerpos

humedece la madera

es de noche en el verano de mi infancia

alguien canta una canción de cuna

y el ardor de la bahía se desordena

III

isla de pájaros:

caja musical donde la bailarina se desnuda

y tiende el corazón sobre las rocas

lavada por la sal y el viento

ella olvida lo que sabe del silencio

de la sed de su garganta

emigra para siempre un ave muda.La Hoja de Arena

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Daniela Camacho

Culiacán, Sinaloa, México, 1980. Se graduó de ingeniería industrial y de sistemas por el ITESM y de lengua y literaturas hispánicas por la UNAM. Publicó los poemarios En la punta de la lengua (Tinta nueva, 2007) y Plegarias para insomnes (Editorial Praxis, 2008); y el libro de palíndromos Aire sería (Editorial Praxis, 2008). Forma parte de la antología bilingüe Tránsito de fuego (Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, 2009), La mujer rota (Literaria editores, 2008), Los siete pecados capitales. La lujuria (Alforja, 2008). Es fundadora y miembro del consejo editorial y de redacción de la revista El Puro Cuento. Sus poemas y ensayos han sido publicados en revistas y periódicos de México y el extranjero.
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